La fascinación que nos despiertan los músicos más singulares, cuyo compromiso con la creación es intenso, incondicional y punzante, detona esa cosquilla por hacer fi cción que mueve a Juan Carlos Hidalgo y cuyo resultado inevitable son estas páginas.
El primer punto de comparación es el que guarda con la novela corta que Julio Cortázar escribió arrebatado por la existencia zigzagueante y caótica del jazzista Charlie Parker. En El perseguidor, el autor de Rayuela si bien privilegia los hechos que arrojan al saxofonista al abismo, también intenta desmenuzar lo que el jazz ha signifi cado para él. De la misma manera, Hidalgo salda su deuda con el rock o, mejor dicho, con la música de nuestros días que escapa a la clasificación.